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miércoles, 1 de enero de 2025

CIERRE INAUGURAL

No todo cierre es una clausura, algunos son el inicio del futuro.




No todas las historias necesitan redención. Algunas pueden consumirse  en paz y descansar en su camita de cenizas. Esforcémonos en no esforzarnos tanto y siempre. Recordemos este sencillo dogma tan chiquito y con esa carita que recuerda a su padre cuando era chico. Dejemos de ser más papistas que el papa y aprendamos como él a hacernos los muertos cuando interese.

No siempre hay algo que quiera volver (ni que tan siquiera merezca volver) aunque quisiéramos invocarlo con el más sagrado aquelarre.

No todos los pollos asados se llaman Fénix, algunos se llaman con nombres más latinos y podemos ponerles su lápida de descanso eterno y decirles Amén como si le dijéramos cállate y no respires ni hagas ruido, quédate difunto y quieto como los espermatozoides vacunados.

Hay dolores que se quedan doliendo sin necesidad de que venga un arrebatado a convertirlos en canción de esperanza y no es falta de dignidad, es cansancio. Es el placer de la putrefacción que respira cuando no la obligan a revivir y se da a sí misma el derecho de descansar como restos reposantes sin presión.

Y esa decisión de no esforzarse es, en definitiva, la aceptación del cierre inaugural.  El cierre del útero que  niega la luz. Que se atrinchera y le saca el papelito a un caramelo haciendo mucho ruido pero sin intención de compartir. No porque no pueda repartir luz o  golosinas, sino porque no  quiere dar nada más y el ruido del celofán es música azul que huele a mandarina ácida.

Isabel Salas

OJO POR OJO, PIXEL POR PIXEL

La última trinchera: apagar la cámara.  Black Mirror no era ficción. Era ensayo general.   Esta mañana me desperté y encontré  un montón de ...