viernes, 14 de febrero de 2025

INGENUA LIBERTAD


 

Hay palabras que se desgastan con el uso y otras que directamente son secuestradas por los siglos hasta que dejan de parecerse a lo que fueron. Como si esas palabras fueran una prenda heredada: la seguimos usando, pero ya no sabemos quién la tejió ni para qué.

Hoy vengo a hablar de tres palabras que han pasado por quirófano, cirugía estética y manipulación ideológica hasta volverse irreconocibles: ingenuo, libertino y manumitido. Tres maneras de ser libre o de dejar de ser esclavo. Tres condiciones jurídicas, hoy convertidas en caricaturas. 

Empezamos por Ingenuo, del latín ingenuus: nacido libre. No esclavo. Con derechos civiles desde el origen. Un ingenuo en Roma era alguien que no había sido esclavizado, ni liberado por su amo, ni había comprado su libertad. Era libre de nacimiento. Sin mácula de sumisión. Limpio ante la ley. 

Hoy cuando usamos o escuchamos la palabra “ingenuo” entendemos que es alguien que parece no haberse enterado de cómo funciona el mundo. El tontorrón. El que se fía. El que no sospecha. El que no prevé la maldad ajena porque aún conserva algo de bondad propia, casi infantil. Hemos pasado de llamar ingenuo al libre, a llamar ingenuo al crédulo.

Curiosa evolución, si lo analizas con un puntito de ironía política, ser libre ahora es sospechoso de ser estúpido. Así que cuando digas que alguien es “ingenuo”, quizá estés diciendo más de lo que crees.

Seguimos con libertini, de libertinus: el esclavo liberado. El que fue propiedad y ahora es hombre libre. Libre, pero con asterisco. No tenía todos los derechos del ingenuus. Seguía ligado a su antiguo amo, al menos simbólicamente. No podía ocupar ciertos cargos. Era libre, pero recordado como lo que fue.

Hoy, un libertino es un vicioso. Un desenfrenado. El que vive sin límites. Sin moral. El que se permite todo porque ya no cree en nada.

Del esclavo liberado, hemos pasado al libertino como depravado. Lo que antes era una libertad ganada, hoy es una libertad degenerada. Otra palabra que pasó de designar una condición jurídica a señalar una falta ética.

Y la ultima, manumitido,  del latín manumittere: “soltar de la mano”. El esclavo liberado por su amo, generalmente en testamento.

Manumitir era un acto de generosidad y de prestigio: liberar esclavos en el testamento te daba imagen de buen romano. Aunque a veces se hacía para no dejar a los herederos ciertos gastos e impuestos.

El manumitido era libre, pero no del todo. Su libertad estaba escrita por otro. Le debías la vida nueva a quien te había tenido como objeto. Agradecido y obediente tenías ciertas obligaciones para con la familia que te había poseído e incluso se mantenía un vinculo de dependencia a cambia de morada y otras facilidades.  Era la libertad prestada.

Hoy, la palabra está extinguida. Se ha diluido en la nada. Nadie dice “manumitido” en una conversación. Nadie recuerda que el verbo era manumitir, no “liberar”. El esclavo liberado ha desaparecido del lenguaje común, como si su figura molestara.

Porque aceptar que la libertad también puede ser un regalo que llega tarde —una limosna legal— no encaja con nuestros relatos actuales de meritocracia y “tú puedes lograrlo si quieres”. O quizás  el concepto se parece demasiado a esa libertad que nos regala hoy el estado a cambio de nuestra sumisión y devoción.

 

 Isabel Salas


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

OJO POR OJO, PIXEL POR PIXEL

La última trinchera: apagar la cámara.  Black Mirror no era ficción. Era ensayo general.   Esta mañana me desperté y encontré  un montón de ...